top of page

Como decirle a un arrocito en bajo que ya se volvió pega

Así es, porque después de cerrar una y otra vez esta ventana lo entendí. No me fluye nada, no me inspira nada, no me surge algún buen sentimiento escondido por ahí. Eso es en lo que se convierte la pega. Tú.

Es un constante sirilí del por qué estoy escribiendo sobre la pega si no me interesa un culo. Y llego a la conclusión de que es una tremenda desilusión pensarlo así. Pensar de que algo que tú anhelas, deseas, saboreas, palpas, imaginas se vuelve en una mierda. Porque sí; alto todo el mundo, soy la única colombiana a la que NO LE GUSTA LA PEGA. A la que ya no le gustas vos.

No nos desviemos, me desvíe pensando en que “al marrano no le iba a llegar su noche buena”; interpretándolo desde mi punto. Y por eso te dejé volver a recalentar. Qué horror, eso entre mis peores decisiones.

Lo bueno de todo este asunto es que me puedo ir jactarme entre las tres hectáreas de orgullo que me quedan. Porque gvon; acortándote, yo nunca te pedí un recalentado.

Ni mierda. El recalentado solo es bueno cuando tengo mucha hambre y este no es el caso. Cierro mi boca y me voy en busca de otro arrocito en bajo, uno que no empalague ni se vuelva esa porquería con la que muchas se conforman, LA PEGA.


bottom of page